Ciudad de México: los vestigios aztecas
Ignacio Izquierdo
Pues una visión. Así, como suena. El pueblo azteca comenzó a llegar desde el norte del país, vagando en busca de un águila que se comía una serpiente sobre un nopal. O al menos eso les dijo su dios Huitzilopochtli por boca de su sacerdote. Así que, tras una singladura de varios lustros, allí encontraron al águila devorando a la serpiente: en mitad del lago.
Por su gigantesca extensión de terreno y los aproximadamente 20 millones de habitantes que la pueblan (incluida su zona metropolitana) la ciudad de México impone. Pero también porque viene precedida de una fama de lugar sin ley del que nadie sale ileso, como una especie de Gotham City que helaría la sangre a cualquiera a base de robos, secuestros y acciones de semejante índole. Sin embargo, al llegar a la capital mexicana descubrimos que es una ciudad bastante tranquila (que vive, eso sí, a un ritmo mucho más acelerado que el resto del país), bajo cuyos cimientos se encuentran todavía los vestigios de la que fue una de las civilizaciones más importantes y efímeras: los aztecas
Pocos restos quedan de aquel pueblo que dio nombre a un país: los aztecas, los mexicas. Al menos visualmente, pues en la ciudad de México casi todo su legado permanece bajo la superficie, enterrado por los siglos y las construcciones de los conquistadores hispánicos. Un nuevo orden fue surgiendo, literalmente, sobre los cimientos de otro.
.Busto en piedra de Quetzalcóatl, abundantemente repetido en el templo de
Reproducción según el Museo de Antropología de lo que fue Tenochtitlan. Hoy en día no queda rastro del lago: se vació y drenó para poder seguir construyendo encima.
La región mutó de la mano de los conquistadores en busca de oros y riquezas en el Nuevo Mundo, pero ya había sufrido una remodelación anterior. Antes de los Aztecas allí sólo había un lago, el Texcoco. Con alguna islita en medio, pero un lago, al fin y al cabo. ¿Que llevó a los aztecas a construir una ciudad encima?
Atardece en una de las pocas zonas de rascacielos de la megaurbe. No tengan miedo: la foto está recortada para que parezca más imponente. | Foto: Ignacio Izquierdo
Atardece en una de las pocas zonas de rascacielos de la megaurbe. No tengan miedo: la foto está recortada para que parezca más imponente. | Foto: Ignacio Izquierdo
Una vista de pájaro sobre la zona histórica, punto neurálgico de la ciudad, donde una vez estuvo el centro de Tenochtitlan, la gran y maravillosa urbe de los mexicas. | Foto: Ignacio Izquierdo

Huitzilopochtl
¿Quiénes eran ellos para contradecir las "palabras" de su Dios? Se pusieron manos a la obra, y en una compleja empresa de ingeniería, canales y pilares, crearon una de las ciudades más gloriosas que habría visto la humanidad.
Y una de las más poderosas civilizaciones también, pues se extendió a lo largo de 500.000 kilómetros cuadrados, llegando incluso hasta Guatemala, sometiendo a los pueblos y haciendo prisioneros para sacrificarlos y saciar a sus sanguinarios dioses, reclamando tributos y estableciendo rutas comerciales hasta América Central. Fue una capital artística, como hoy lo son París, Londres o Nueva York.
Y en su esplendor, aparecieron los españoles para cambiarlo todo para siempre. Era 1521, y habían transcurrido apenas dos siglos desde que los mexicas llegaron al a pequeña isla en mitad de un lago. Más y más conquistadores, ejércitos, colonos y misioneros iban llegando desde el Nuevo Mundo. Los templos aztecas se destruían para crear iglesias y catedrales, y los aztecas fueron desapareciendo, muriendo como esclavos y mezclándose con los recién llegados.
Tres siglos después, los descendientes de los colonizadores conseguían tras una década de guerra independizarse de España. Aparecía un nuevo país, que curiosamente tomaba el nombre de sus antiguos habitantes. Comenzaba una nueva época.
Vidrieras en el castillo de Chapultepec, una construcción de la época hispánica ubicada en lo alto de una colina. | Foto: Ignacio Izquierdo
bosque de chapultepec
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