“Don’t be evil”: Google y su ejército de robots militares

Google ha adquirido ocho compañías que desarrollan robots en los últimos 6 meses, ¿para que quiere este ejército la compañia que promete siempre hacer el  bien?

 

Google durante  años había sido no sólo una de las empresas de tecnología más innovadoras también una de las que gozaba de mejor aceptación entre los consumidores, percibida como uno de los mejores lugares para trabajar con una inspiración lúdica y con una preocupación por mejorar el entorno colectivo. En el sexto punto de su misión corporativa Google señala “Haz lo correcto; no seas malo” y “hacemos dinero haciendo cosas buenas”. Lo anterior ha sido tomado por años como el lema fundamental de Google, una declaración de intenciones que si bien siempre se sospechaba como un recurso de marketing hoy parece caer más en el género de la ironía o hasta del humor negro. Recientemente el gigante de Mountain View adquirió a la empresa fabricante de robots Boston Dynamics, la octava compañía de robótica que ha adquirido en los últimos seis meses. Estos movimientos estratégicos hacen sospechar a algunos sobre si Google, que ya domina el ciberespacio, ahora quiere controlar el espacio físico con un ejército de robots que rozan con la inteligencia artificial y que parecen temibles depredadores, como Cheetah y Big Dog. Boston Dynamics, la empresa en la cual se basó la serie Fringe para crear su maligna Massive Dynamics (que contaba con tecnología para viajar entre universos), se jacta de desarrollar los robots más avanzados del planeta y tiene contratos con diversos organismos militares del gobierno de Estados Unidos, incluyendo uno reciente por más de 10 millones de dólares con DARPA, los cuales Google ha declarado que tiene la intención de respetar.
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Douglas Rushkoff escribe para CNN sobre la aparente incongruencia de Google y su principio “Don’t be evil”:
Está ahí para supuestamente hacernos sentir mejor cuando probamos tecnologías como notebooks Chrome o Google Glass. No te preocupes, no vamos a joderte. Así que cuando venga el momento para inyectar nuestros cerebros con nanobots que nos den la habilidad de hablar nuevos idiomas, quedate tranquilo de que Google no cambiará los términos de servicio y de hecho implantará anuncios en nuestros sueños. Eso es, si la compañía juzga que tales prácticas son de verdad mailgnas.
Y es que, como el mismo Rushkoff señala, el mal está en los ojos del sujeto percipiente y puede ser acomodado según ciertos intereses. Aunque no sabemos aún para que usará Google todos su robots militares, si le dará un giro a estas compañías o si incrementará sus alianzas con el gobierno de Estados Unidos (ya es socio de la CIA en la empresa Recorded Future), es fundamental detenerse  a reflexionar sobre las posibles consecuencias que tiene la tecnología en sí misma –es decir la producción de robots militares. Advierte Rushkoff: “Los automóviles llevan a la contaminación. Los smartphones llevan a la distracción y a los accidentes de auto. El Big Data lleva al marketing coercitivo y a la vigilancia masiva. Algo bastante cercano al “mal” es comúnmente un efecto secundario”. Los robots militares son finalmente armas de guerra, máquinas bélicas.
Google quien a veces parece demasiado inteligente, genialmente maligno, está consciente de esto desde una perspectiva del manejo de la opinión pública y recientemente donó 5 millones de dólares a la World Wildlife Federation para que se utilicen drones para localizar rinocerontes amenazados en África y protegerlos. Claramente tratando de limpiar la imagen de los drones, que en la era de Obama cargan con la publicidad de ser vehículos asesinos.
Rushkoff cuestiona y exige una conciencia moral a una empresa como Google y en general a las grandes compañías de Silicon Valley, quienes en ocasiones en búsqueda de la aceleración tecnológica y de cooptar los mercados no reparan sobre los efectos que estas tecnologís pueden tener.
Cuando desarrollamos una tecnología en un vacío, desconectados de la realidad en la que viven las personas, tenemos la gran probabilidad de gastar energía diseñando una visión abstracta de nuestra vida futura en vez de responder al sufrimiento y a la injusticia que nos rodea. La tecnología entonces se vuelve una forma de escapar a los problemas del mundo, ya sea a través de la realidad cirtual o de masivos paquetes de acciones de compañías de Silicon Valley, y no una forma de lidiar con ellos.
Se pueden generar numerosas teorías de la conspiración en torno a Google. Por una parte sabemos que –obligado por una ley furtiva–  tuvo que revelar información privada de sus usuarios a la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, como parte del programa PRISM. Sabemos que tiene entre sus filas a la ex directora de DARPA, Regina Dugan, y que ha sido acusado en varias ocasiones de violar la privacidad  de sus usuarios, en Alemania, España, y Holanda recientemente por citar solamente algunos ejemplos. ¿Es Google parte de un Supér Estado de Vigilancia y Control? La crítica de Rushkoff, sin embargo, no suscribe a teorías de conspiración, en cambio señala que Google y sus ingenieros, absortos en la lógica del mercado y de la innovación, no se dan el tiempo de reflexionar cuál es el propósito de la tecnología que están desarrollando, operando ya como una suprantidad o una burocracia digital donde la responsabilidad moral se disuelve en los millares de procesos y departamentos sin que exista una integridad que sea capaz de asumir la responsabilidad y dirigir la visión de la empresa hacia ese “bien” que supuestamente yace en sus valores nucleares. 
¿Para que quiere Google todos estos robots?  El encargado en liderar la huestes de robots de Google será Andy Rubin, quien fue el desarrollador de Android. Según informa el NY Times, por el momento los esfuerzos no estarán orientados a la consumidores, aunque podrían generar productos en 3 a 5 años. Serán destinados a la manufactura y a la automatización de procesos, incluyendo la posibilidad de competir con minoristas como Amazon y Wal-Mart. Por otro lado, Google ha mostrado un claro interés en el transhumanismo,  ha revelado un plan para la creación de inteligencia artificial junto con Ray Kurzweil,  como en la inmortalidad digital o el uploading de la conciencia humana a una máquina, un tema predilecto de Sergei Brin y ha comprado la compañóia Calico, en otro de sus moonshots, que se dedica a la ciencia del antienvejecimiento;  ha fondeado también la Universidad de la Singularidad y el Lunar Prize que busca desarrollar tecnología espacial. Su área de interés y aplicación en la robótica es vasta y quizás sólo podremos saber en 5 a 10 años cuál era el plan maestro para su ejército de robots. Quizás Google quiere salvar al mundo, o quizás Google es, como se ha previsto un poco en broma, el inicio de Skynet. 
            BigDog, creación de Boston Dynamics, puede no ser tan rápido como Cheetah, pero es sin duda mucho más potente. Este descomunal de cuatro patas robo-bestia está diseñado para ir sobre terrenos ásperos y, al igual Schaft, mantener su equilibrio incluso cuando empujó con fuerza. Incluso cuando el equipo de Boston Dynamics envía BigDog en un parche particularmente resbaladiza del hielo, cae nunca completamente sobre - sino que tropieza un poco, recupera su equilibrio y sigue caminando. La única desventaja de BigDog parece ser que su velocidad alcanza un máximo de unos 5 kilómetros por hora, aunque nos imaginamos que Boston Dynamics va a tomar algunas de las lecciones que ha aprendido desde el diseño del guepardo y aplicarlos a su "bot monstruo.

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