Queremos video pero no televisión (sobre la muerte de la TV) La televisión, como plataforma, parece estar en vías de inevitable extinción; lo anterior obligaría a las grandes compañías a producir buen contenido, pues jinetear concesiones ya no será suficiente.
En la medida en la que Internet se fue
consagrando entre nuestra generación, la incertidumbre de otros medios,
por ejemplo los impresos o la televisión, ha sido una constante. En el caso de los primeros, tenemos por un lado los diarios y las publicaciones periódicas, que han visto como su circulación se desploma, mientras que los libros presentan un panorama un poco menos apocalíptico.
En cuanto a la TV, esta se ha debatido
entre afirmaciones que condenan su futuro a corto plazo, y momentos en
los que parece proyectar una especie de supervivencia adaptativa. Y
aunque ya no es algo novedoso o estridente anunciar el próximo funeral
de la televisión, los números de la industria, tomando como muestra el
caso de Estados Unidos, sugieren que el fin podría estar más cerca de lo
que creemos.
Algunas cifras. De acuerdo con Business Insider,
el negocio de la TV ha tenido el peor año en su historia –fenómeno
asociado al “colapso de sus niveles de audiencias”. Más allá de la caída
en suscriptores de servicios de televisión por cable, situación
compartida por los grandes proveedores en EU –por ejemplo TV Warner
Cable en lugar de ganar suscriptores durante el tercer cuarto de este
año, perdió 306,000–, y de que cada vez más clientes de servicios de
banda ancha rechazan el combo de incluir televisión de paga, lo que
parece inminente es que cada vez menos personas se conectan a “la
caja”. Las cifras apuntan a que el rating general de las cableras está en pique, incluso cuando se trata de eventos ‘mundialmente’ populares, como las finales deportivas de la NBA y la MLB.
Contenidos en video pero ya no en TV
La ‘muerte’ de la TV es un tanto
peculiar, ya que no se trata del formato de sus contenidos, el video,
sino de la plataforma. Tanto las computadoras como los móviles se han
consagrado como verdugos de la televisión, la gente sigue consumiendo
video, tal vez más que nunca, pero la TV ya no forma parte de su vida
cotidiana.
Contenido, autonomía y estrés corporativo
Para bien o para mal, ese viejo ritual
que consistía en un cuarto con personas, por ejemplo una familia,
reunidos alrededor de una caja emitiendo video, parece que pronto pasará
a ser un recuerdo en el imaginario colectivo. Ahora cada quién puede
estar ‘conectado’ a su propio dispositivo, experimentando túneles de
videorealidad independientes, decidiendo al instante que programa usar
para programarse un par de horas, y disponiendo de, literalmente,
millones de contenidos para elegir a cual regalar su atención.
Más allá de las implicaciones
culturales, morales, o conductuales que este nuevo modelo de consumo
mediático pueda tener, lo cierto es que el poder se ha volcado por
completo al contenido, y no a las plataformas de distribución ni los
dispositivos para producir –pues en ambos casos son cada vez más
accesibles. Esto le da una mayor movilidad al entorno mediático, pues
las grandes televisoras que operan las frecuencias y tienen la
infraestructura para distribuir contenidos, han dejado de tener
exclusividad sobre estos dos recursos hasta hace poco fundamentales. Con
la aparición de Internet, prácticamente cualquiera tiene la posibilidad
de distribuir sus propios contenidos, y con el abaratamiento y
sofisticación de los dispositivos para producir contenidos, por ejemplo
una videocámara, entonces la bola queda del lado del contenido, de su
calidad o al menos de que tan atractivos resulten a la audiencia.
Las televisoras, cableras, y demás,
están en una situación que comparada a su posición histórica debe
resultar más que incómoda, pues están obligadas a competir con millones
de potenciales generadores de contenido. Ojalá que estas compañías
puedan traducir el estrés que, asumo, les provocan estas cifras, en una
voluntad puntual para volcarse a la producción de buenos contenidos.
Pero lo mejor es que si no lo hacen, el problema será solo suyo, ya que
la ola digital, las tendencias y hábitos que en ella florecen,
seguramente no se detendrán a esperarles.
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